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Gurewitsch, Juan Boris
In construction
Exhibition at Tajamar de Carrasco by Eduardo Vernazza, El Día News (Uruguay).
En el nutrido programa de la “Semana de Carrasco”, inteligentemente confeccionado, figura una muestra, en el Tajamar, de Juan B. Gurewitsch, de indiscutible interés.
Es Gurewitsch un pintor de seria formación y de largo recorrido. Trabajador empeñoso y esforzado ha cumplido entre nosotros una labor constante y sostenida, participando exitosamente en múltiples certámenes, entre ellos el Salón Nacional, donde obtuvo, en 1944, el “Premio Artistas Extranjeros” y otros posteriormente.
Continuó, así, en su país de adopción, una trayectoria iniciada en Hamburgo, de cuya Escuela de Bellas Artes fue alumno.
La muestra de Gurewitsch en el Tajamar la componen una serie de telas de motivos propios al despliegue del color generoso y pródigamente aplicado. Podría decirse, sin temer el error, que los motivos son un simple pretexto para desarrollar un juego de tonalidades de efecto pronto y seguro.
La muestra confirma una vez más, la destreza y facilidad proverbiales en este pintor. Acaso sean estas precisamente, las condicionantes que lo molestaron para elaborar más enjundiosamente; y rebasar los límites de tentativas bien atisbadas pero interrumpidas al borde mismo de ser profundizadas.
Su obra peca, así, de una actitud interior penetrando, aunque largamente compensada por la sugestión de una evidente espontaneidad, que la envuelve en una simpatía instantáneamente despertada. En esta muestra suya del Tajamar se presiente extremado éste propósito de obtener la simpatía inmediata del contemplador.
Se presiente – y sin mucha suspicacia – en la fácil razón de las distintas telas y en el cuidado puesto para que los contrastes de tonos y de luces logren convencer y persuadir sin otras exigencias.
Sin proponérselo tal vez Gurewitsch ha desposeído a su pintura de esa cierta indecisión que era el resultado de una mezcla de tendencias como lo patentizaban los “paisajes”, “tejidos”, y “nocturnos”, de la muestra de Punta del Este de 1962, y algunas otras obras inmediatamente sucesivas.
En estas telas evocativas de parajes, lugares, y sitios, se perfila más definido, dentro de un lirismo modernamente expresado, diluyendo las formas en el ambiente hecho de atmosfera.
En otros términos, en estas telas de alusión directa, de ausencia de complicaciones, asoma una sinceridad que es siempre valiosa y meritoria por sí misma.
Domina Gurewitsch el “oficio”. Lo ha conquistado a través del aprendizaje y la experimentación ininterrumpidos. Para convenir en ello no se requiere más que medir el grado de individualización que alcanza su materia.
Lo subrayamos para alentarlo hacia el aprovechamiento de esta facilidad y destreza para realizar más allá de límites por las mismas impuestos.
La muestra de Gurewitsch en el Tajamar debe ser visitada. Pone en contacto con una excelente pintura.
Juan Gurewitsch by Eduardo Vernazza, El Día Newspaper (Uruguay, 1947).
Contaba ocho años Gurewitsch cuando la revolución lo empujo camino a Odessa, junto con sus familiares. Ocho años que lo sorprendían ya dibujando junto a los estudiantes de la Academia de Moscú, ciudad donde nació en 1909.
Siguieron tres años de miseria, sin escuela, viviendo hacinados por el ambiente helado de un invierno crudo. Es entonces que aprende el niño el destino del vagabundo, ya que se pasa pululando por las desiertas calles en busca de alimentos y robando madera de los parques públicos para hacer fuego en las casas.
En ese entonces “la ciudad cambio siete veces de manos, y horrorizado puedo contemplar escenas sangrientas y luchas terribles.”
Sin embargo, algo había aprendido: la audacia y la confianza en las largas rutas que le proporcionaban calor juntando leña por los montes, despertaron en él al andariego y al aire libre espíritu que todo artista por precoz lleva en sí.
Y a los doce años lo tenemos viajando rumbo a Alemania. Estaba el mundo entonces en sus 1921 años. Allí pudo, al localizar a una tía suya, iniciar los estudios secundarios, y en 1927 comienza a trabajar en la sección propaganda de una empresa comercial, continuando en las horas libres estudios de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Hamburgo.
Cuatro años más, y su primer triunfo da nuevas fuerzas al adolescente para luchar: es ascendido a primer proyectista, pudiéndose observar en aquella época, una marcada tendencia a las superficies planas lindando en el cubismo.
Pero Gurewitsch ve cerrado nuevamente su camino. Llega la nefasta época del nazismo y en los años 1933-1937 se ve imposibilitado de seguir sus estudios, y es anulado su derecho hasta de ejercer su oficio.Recurre entonces al trabajo clandestino y se emplea en cualquier tarea, llagando incluso a ser pintor de casas para lograr el sustento.
Pero su espíritu, aunque quebrantado, esperaba la libertad. Ya tenía experiencia para acercarse hacia horizontes más luminoso, y en 1937 logra salir de Alemania y llegar por fin al Uruguay, enfermo de los nervios y sin ningún recurso económico.
Comenzó a trabajar como dibujante comercial, y en sus horas libres acuarelaba al natural. Poco a poco fue recuperándose, y su salud volvía junto a sus facultades artísticas.
En 1944 envía el primer óleo al Salón Nacional y recibe una mención. Este es el toque que levanta definitivamente su voluntad y confianza, y el mismo año en la muestra de acuarelas que realiza la Asociación Cristiana de Jóvenes, requiere comentarios elogiosos una acuarela suya.Es así que el pintor encadena una serie de triunfos y logra 14 distinciones entre las que se cuentan cuatro primeros premios: uno en la Exposición del Cordón y tres afiches anunciadores de Salones Nacionales.
Es recientemente, que Gurewitsch ha podido dedicarse con más tiempo a su arte.En una visita que le hicimos días pasados lo hallamos trabajando en su taller, improvisado taller en un garaje donde colgadas y contra la pared se hallan cantidad de telas y acuarelas. Su señora, que también se halla presente, ríe cuando nosotros miramos con curiosidad ese simpático rincón. Gurewitsch no dice que ella lo echó con sus pinturas fuera de la casa porque entonces no había nada limpio…. Ríen los dos y él busca un cuadro que no encuentra. Pronto solicita su recuerdo, y Anny, que así la oímos nombrar, halla la tela. “Ella es mi memoria” nos dice el pintor, y alcanzamos a ver el cruce de dos miradas que se comprenden… “En los diez años que llevo en el Uruguay – y ahora como ciudadano legal y artista nacional de lo cual me enorgullezco – realice tres exposiciones individuales, y participe desde 1944 en todos los salones oficiales.
Gurewitsch comenzó pintando con una paleta de grises que enraizaban turbiamente los tonos y las cosas. Se veía en ello la preocupación aun de recuerdos no gratos.
Poco a poco su pintura fue aclarándose, y hoy, en los inéditos trabajos que nos enseñó, se adueña de él una luminosidad nueva y fuerza de color, desconocida en sus anteriores obras.
Naturalmente, que sus grises tenían valor, pero un artista debe interpretar sus estados de espíritu y lo que le sugieren los modelos que deseara pintar.
Así lo entiende Gurewitsch, que ha realizado una serie de óleos y acuarelas de la costa, tema de arenas y mar, donde puede apreciarse un ventajoso adelanto. Nosotros hablamos así, de su pintura, teniendo en cuanta sus méritos, y el carácter o la escala en la que este pintor se desenvuelve.
Creemos que Gurewitsch, aunque tienta, dibujos y acuarelas de imaginación, y en algunos logra efectos de movimiento y fuerza, se halla más a sí mismo en la toma del natural, o sea en paisajes y figuras estudiadas directamente. Recordamos algunas figuras y retratos que así nos lo dan a entender.
Su trazo verifica decisión y seguridad. Aunque muy repetido en su factura, igual consigue expresar la copia del natural con verdad, y en más de un cuadro sabe poner entusiasmo ante la belleza.
Para nosotros, el pintor esta recién sintiéndose más libre para dar de sí lo que siente, y es buena hora la que elije, porque ha logrado cierto dominio del dibujo y gracia y liviandad en el sentido de la composición de sus acuarelas.
Para analizar sus obras en menester, como decimos, colocarse en el carácter de ellas: el pintor ha buscado concretar en pocas líneas y manchas – hablamos de sus recientes trabajos inéditos – una visión de un conjunto colorido en espacios más bien planos, dejando el blanco del papel como nota culminante de luz. En tal forma ubica efectos vivos y colorísticos, con un tinte decorativo que le favorece.
No ha intentado Gurewitsch en estos trabajos ahondar el tema ni buscar en él lo analítico de las formas ni las sombras, sino que simplemente lo ha abordado livianamente con una ligera alegría de luz y color.
Al salir de su paleta gris ha tomado nuevo impulso hacia el color, un impulso renovador si se quiere, ligado con algunas tentativas de estilización que desean imperar como broches de síntesis en la composición. En algunos casos le llevan a salir de la órbita en que puede triunfar, y malogra la buena disposición de su dibujo, haciéndolo con deformaciones en las que no se halla la concreción de líneas que dan a ellas la vitalidad de la creación auténtica.
Por ello es que éste pintor debe todavía insistir ante la naturaleza, donde le es más corriente y natural su yo, y donde no piensa que el requerir la imaginación es una nueva fuente que hay que ejercitar duramente para lograr resultados de noble y vigorosa factura. De lo contrario, se traducen en líneas más o menos elegantes con manchas graciosas que no condicen con lo que se ha deseado interpretar: en este caso composiciones casi hercúleas en sus protagonistas.
Pero esto que decimos, con ánimo de que el pintor medite este empuje y lo ahonde para que le depare resultados satisfactorios, no quita méritos a su mueva obra: por el contrario, la reconoce en sus principios como nuevo aporte de su espíritu, que con el tiempo madurara en distintos terrenos y técnicas.
Otra serie de sus pinturas se refiere a paisajes de “Parque del Plata”, muy luminosos y de fuerte colorido. Pintados a pleno sol, Gurewitsch ha tenido buen problema a resolver, ya que el color, puesto en fuertes contrastes de luz y sombra, extraña la gris paleta de tonalidades a la que el pintor se dedicara anteriormente. Pero se halla en una nueva ruta, y el pintor madura en etapas, mientras la naturaleza va sirviendo de sabio maestro.