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Lima, Manolo
Manuel Vicente Lima, mejor conocido en el ámbito de la pintura como Manolo Lima, nace el 24 de mayo del año 1919 en el pueblo San Miguel, departamento de Rocha, Uruguay.
Viaja a Montevideo en el año 1935, a la edad de dieciséis años, donde a partir de 1941 y hasta 1945 estudia con el maestro Joaquín Torres García, de quien recibe una importante influencia que marca toda su carrera. Al mismo tiempo que asistía al taller de Torres García trabajaba como carpintero.
A su vez, él mismo tuvo luego muchos alumnos e hizo escuela. No solo de pintura sino también de cerámica en sus talleres de Pinares. Sus cursos los daba en forma gratuita siguiendo el ejemplo de su maestro Joaquín Torres García. Su taller se financiaba con la venta de sus obras.
Un día le preguntaron que era el éxito, él contesto “¿cuál es mi éxito?, un día digo, ¡qué hermoso azul, loco, que te mandaste! Entonces eso para mí es el éxito, el día que me quedo contento con haber puesto un azul, un amarillo, un rojo, un negro, un blanco.”
Realizó muestras desde 1941 interviniendo en varias exposiciones colectivas y realizando muestras individuales en las que se destacan las del Centro de Estudiantes de Derecho (1946), Ateneo de Montevideo (1952), Amigos del Arte (1954), Galería Arte Bella (1956/57/58), Punta del Este (1962), Liceo de Treinta y Tres, Centro de Artes y Letras, Casa de la Cultura de Montevideo, Galería Santos Dumont (Punta del Este, Uruguay, 1965), Galería de Arte Portón de San Pedro (1980), Witcomb (Buenos Aires, Argentina), Casa de las Américas (La Habana, Cuba), Casa del Pueblo, etc. Es a partir de su primera muestra en Arte Bella en el año 1958 que empieza a vender sus obras. Fue profesor de artes plásticas de Maldonado. Además de pintor era un excelente dibujante y afichista.
Obtuvo Primer y Segundo Premio en el Salón Universitario (1943/44 respectivamente). Concurrió a Salones Municipales donde obtuvo Premios Adquisición por: tinta "Estudio" (IX Salón, 1959), óleo "Retrato" (X Salón), óleo "Puerto" (XIV Salón, 1962).
Fue invitado a concurrir al Certamen Premio Blanes en 1963. En Salones del Interior obtuvo distinciones, entre otras: Premio Adquisición Destino Cámara de Representantes por su óleo "Retrato" (V Salón de San José, 1960).
Está representado en el Museo Juan Manuel Blanes, en la Cámara de Representantes y en innumeras colecciones particulares de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Perú, Cuba, Canadá, USA, España, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Rusia y Suiza.
El 31 de agosto de 1990 cuelga su última muestra individual en la Galería de Arte Portón de San Pedro y fallece en la madrugada del día siguiente, 1º de setiembre de 1990, en su casa de Pinares (Punta del Este, Uruguay).
"Manolo Lima en el Portón de San Pedro: cuarenta años de Pintura", Diario El País (Uruguay, 1990).
Alumno del Taller Torres García, alguna vez Manolo Lima se ha llamado a si mismo “El Judas del Taller”. Y no por renegar de las enseñanzas, de los principios del constructivismo que el Maestro Torres legó a todos sus discípulos, como base esencial para toda otra pintura. Manolo Lima conserva, como todos los alumnos de Torres , el rigor de una estructura que sostiene toda su expresión plástica. Pero en la expresión, Lima se libera de aquellas coordenadas más rígidas en las que las reglas del Taller ordenaban figuras y símbolos del hecho plástico. Su sensibilidad desborda los límites de una disciplina que aunque dejada de lado para tratar la forma, está muy presente en la composición de cada cuadro.
En cuarenta años la trayectoria de Manolo Lima es una constante evolución hacia la madurez artística, y sin embargo no se dan cambios marcados. Los mismos temas, la misma luz, repiten aquella sensibilidad que afirma su mensaje en el mejor dominio del oficio, el medio expresivo, sintetizando con más fuerza igual manera de ser del autor a través del tiempo.
Entiendo que en pintura no hay cambios de modalidad –dice Manolo Lima. Pienso que tiene que darse una unidad en la obra. Los cambios se establecen a través de un crecimiento y una madurez en donde las incorporaciones (cuando se dan) se producen en el transcurso de toda una vida. Lo que hace que un pintor sea siempre el mismo y al mismo tiempo sea siempre diferente.
- Punta del Este está siempre en su pintura, ¿en que forma?
El hecho de estar trabajando en este lugar –responde Lima- con su luz singular, su especialísimo ritmo de vida y la calma de sus (mis) Pinares, esta proporcionándome cosas que de algún modo se reflejan en mi actual exposición.
GUÍA SOCIAL: Hoy se abre importante exposición de Manolo Lima.
A partir de hoy y hasta el 30 del corriente se puede visitar en la Galería de Arte “Portón de San Pedro” (Ciudadela 1427) la exposición retrospectiva de los 40 años de pintura de Manolo Lima. El horario para ver esta muestra es de lunes a viernes de 10 a 12 y de 16 a 18 y los sábados de 10 a 13.
Una retrospectiva de los 40 años de pintura de ese veterano creador uruguayo, se inauguró ayer en la galería del Portón de San Pedro (Ciudadela 1427) y seguirá colgada hasta fin de mes, de 10 a 12:30 y de 16 a 19:30, con buena parte de la producción más representativa de Lima.
"Retrospectiva de Manolo Lima", por Eduardo Vernazza para Especial Diario "El Día" (1979).
SÍNTESIS Y POESÍA GRIS Y OCRE DE SU PINTURA
Manolo Lima es quizás uno de los pocos que se desprendió con caracteres bien definidos del Taller Torres García, que le incluyó en un ciclo importante del movimiento plástico nacional.
Era una lección clara, pero limitada en su interpretación naturalista. Una paleta clásica, que daba como una nota los tonos que en el trazo iban calibrando el juego del pincel.
La síntesis del dibujo, del espacio encajado en la medida y los objetos. Los elementos fluctuando entre la luz velada de los ocres, y la oscura superficie de los negros, que tenían el marco de un grueso contorno, allí donde el acento surgía con fuerza para determinar el valor de la zona.
Lima fue absorbiendo estas secillas pero a veces difíciles normas de aplicar, cuando se tiene delante el modelo o el paisaje cambiante.
Es allí donde el pintor debe sustraerse a lo que se enfrenta en el detalle, para realizar su propia adaptación de aquello que para él posee sugerencias y no superficial belleza objetiva.
Pero lo dificultoso está en lograr tal forma sin quebrar los básicos cimientos de aquella pintura, que tuvo cantidad de allegados y algunos discípulos que se destacan con ribetes propios.
Manolo Lima fue internándose en el campo de una especial síntesis.
De una simple composición.
Encontrando planos en curvas estilizadas, que le dieron, sobre todo a sus desnudos, claras evidencias de una visión ajustada y neta.
Lima tuvo la intuición para deslindar aspectos masivos que le deparaban el acento de contorno, marcando el equilibrio de la composición, que aunaba con elementos íntimos, generalmente interiores, en los que volcó una sugerente instancia de modernos perfiles.
Después de alternar en el Taller, con el cual expuso Lima se instaló en Maldonado. Cerca del bosque vivió y vive la luz nueva, diáfana de aquella privilegiada zona.
Funda un taller y tiene discípulos.
Hace una cabaña con sus propias manos, y recorre los paisajes de los alrededores, tomando contacto con la Naturaleza, ambientándose fuera del taller.
Aparte de todo ese andar que tiene Lima con sus paisajes, sus obras es indudable que denotan a un artista intimista.
Al que gusta recrear el modelo en el retrato. Componer la naturaleza muerta, realizar imaginativas escenas, en las que cabe el capricho de sus "Goyescas".
Totalmente opuesto a su concepto ritual del taller, aprendido en sus secretos de tono y síntesis, éstas escenas dejan salir la fantasía, el dinamismo, ese suspenso interior que le faculta para exteriorizar la cuota de expresionismo que está latente en sus trabajos.
Tal contraste se conlleva por su propia gravitación en el juego pictórico que, sin llegar a la realidad, mantiene un sentido ensoñado, casi surrealista.
No es ciertamente la mejor artista de Lima. Es una etapa en la que volcó el espíritu de ese misterio que todo lo imaginado sacude, en sus motivaciones.
La obra que Lima ensaya en un intimismo que llamaríamos a puertas cerradas. Crea una certeza valorativa de sus dones interpretativos. Ha logrado el pintor sostener una figura femenina con caracteres sutiles. Que le dan personalidad, y un tipo especial que se distingue por su idea de la figuración.
Ha buscado y hallado el estilo para sus obras. Incluso, el paisaje lo acerca a poemas, amplios de soledad...
Los retratos se convierten en un rico elemento expresivo. Con distintos rasgos, pero con igual sentimiento de nostálgica actitud que Lima deja traslucir a través de la liviada pasta o en la cadencia de tonalidades apagadas, nunca exaltadas, dejando casi una pálida entonación ocre, apenas tocada con el tono que trasparenta las sombras y que no invaeden los planos enteros sino que quedan fluctuando en la materia fundida con las carnaciones.
Así, toda la obra de Lima va tomando una armónica secuencia que se pone en evidencia en la retrospectiva que mostró recientemente.
En ella casi 80 cuadros dicen de las etapas vividas y superadas en su calidez humana, y en la técnica que siempre se manifiesta con sobria elocuencia.
Lima no es un pintor de amplia paleta.
Que explaye en vivos colores el acervo de su espectro. Prefiere la suave factura, en la cual puede expresarse con el más sincero lenguaje pictórico.
"Manolo Lima", extraído de entrevista de Gonzalo Fonseca (Mensuario Solidaridad, Cerro de Montevideo, Mayo de 1987).
De portentosa memoria recordaba todos los detalles que lo marcaron de por vida. Refiriéndose a cuando dejó la ciudad de Rocha nos decía: El 11 de diciembre del año 1935 mi hermano Carlos y yo llegamos a la estación Yatay de Montevideo. A las 12 menos 10. Desde allí caminando hasta el Cerro, Vizcaya 115, una sola piecita para meter a seis gurises. Ahí estuve desde ese 11 de diciembre de 1935 hasta el 21 de abril de 1936.
Pasa luego con ese mismo hermano a la Colonia de Educación Profesional Dr. Martiriné hasta el 2 de enero de 1940, donde estudia, realiza un duro aprendizaje, época de adolescencia desprotegida y solidaria.
Vuelta a Montevideo, Liceo Nocturno. Comienza su militancia en la Asociación de Estudiantes Juventudes Libertarias, participa en las luchas contra los Consejos de Salarios, contra el Servicio Militar Obligatorio, en las cloaquistas, las huelgas solidarias con ANCAP, la posterior lucha contra las primeras medidas prontas de seguridad de 1952.
Es en el año 1940 cuando nace su compromiso con el Socialismo Libertario. COmpromiso que mantuvo siempre en su vida, con alta sensibilidad humana, identificado con sueños de una sociedad solidaria y libre.
Decía al respecto: "Tengo que ser honesto, fiel con los principios esenciales de mi comportamiento como Ser en el mundo, como individuo. La solidaridad que yo recibí de compañeros en mis tiempos de muchacho y aún después, yo las retribuyo en modo y medida que me es posible y a veces un poco más que eso. Ahora, mi compromiso con el Socialismo Libertario es indeclinable. Ah, si, me moriré pero mis huesos quedarán ahí".
Pese a la diferencia de edad que nos separaba, con Manolo cultivamos una amistad y un compañerismo que me permite afirmar que para mí, y no tengo prurito ninguno en manifestarlo, hubo un antes y un después de conocerlo.
El vivr prácticamente a su lado, me hizo irlo conociendo y queriendo hasta el punto de compartir largas horas de nuestras vidas con el profundo compromiso de la militancia compartida.
Incluso en el Cerro de Montevideo del cual opinaba: "Mira, el Cerro debe ser tal vez una de las barriadas proletarias con más sentido de unidad, de dignidad, de comportamiento, de una humanidad tal... No hay vecino en el Cerro qeu no tenga un corazón así... pero grande como el Cerro mismo. Es una cosa muy especial".
Manolo estuvo muy vinculado a esa barriada toda la vida, y no solo por haber vivido allí.
En los primeros años de su disciplina como pintor en el Taller Torres García, daba conferencias en el Ateneo del Cerro. Siempre pensó que el arte tenía que tener acceso a toda la gente y en ese sentido la lectura, el estudio meticuloso de "El arte y las muchedumbres" o el "Arte y la Vida Social" de Plejanov, le sirvieron de sólido basamento teórico-intelectual para la propia exigencia de su trabajo y su posterior exposición y discusión.
Decía cuando los obreros le preguntaban si la pintura era un arma de combate "Lo es a su manera. En modo y mediada que está bien hecha. Y que esté bien hecha quiere decir que no esté hecha para el que tenga dinero. Es que el trabajo en el orden del espíritu supone que todo se incorpora a su contexto, entonces, es para todos".
Su pasaje por el Taller Torres García lo marca definitivamente en su evolución como artista, como pintor. Desde 1941 hasta 1945 concurre al mismo y de las enseñanzas de Don Joaquín -como él lo llamaba- Manolo va tomano elementos esenciales, para luego desprenderse con caracteres bien definidos de la escuela.
Tenía por ese entonces, una activa militanci agremial y política, trabajaba de carpintero en un taller, iba al Liceo Nocturno y pintaba.
Pintaba con pasión, con una vocación entrañable, metida dentro, hasta la misma raíz de los huesos.
Toma de Torres el ejemplo de la enseñanza gratuita que practicará hasta el fin de sus días. Toma el concepto de libertad, del dejar crear pero siempre apoyando con el consejo para que el camino sea cierto en la premisa básica y fundamental de la Pintura-Relación de valores.
Decía Manolo sobre este punto básico "Debo anotar en un orden especial de las cosas que en estos 40 años de trabajar en el universo de la pintura he tratado de cumplir la propuesta de Torres, en el sentido de lo que llamaba la "recuperación del objeto".
Más aún llevado a los términos de mi entendimiento, me he propuesto la recuperación de la realidad, como réplica posible de la academia de teorías, de la actual problemática del arte.
Debe quedar claro asimismo, que según el principio de pintura-relación de valores, tales valores en el orden formal, deberán acordarse en su inserción profunda con los valores del espíritu. Si se puede entender la pintura, además, entre otras cosas, como un modo posible de reflexión sobre el mundo, en lo que me es personal entiendo tal actitud, es la que posibilita una mayor aproximación a la imagen tensa, trágica, angustiada, del tiempo en que se vive".
En la década del 60, Manolo llega junto a su compañera de siempre, Mariquita, a este entorno maravilloso con que la naturaleza ha dotado a la zona. Entorno propicio para desarrollar su genio creador: en el gran bosque de Pinares, apenas poblado por 4 o 5 vecinos, comienza a construir su casa con sus propias manos. Vive así la naturaleza a pleno, la luz diáfana, funda su taller y crea su propio entorno.
Gonzalo Fonseca
"Homenaje a Manolo Lima del Municipio de Maldonado", fuente I.M.M (Uruguay, 2006).
Manolo Lima
Nacido Manuel Vicente Lima Acosta en 1919, en las proximidades del pueblo San Miguel, en la frontera propiamente hablando del Departamento de Rocha.
Un 25 de marzo de 1987 le realizamos un reportaje, que más que tal fue una larga charla entre amigos, donde recordaba textualmente: "me crié entre el Chuy y San Miguel, con mis padres, mis abuelos y los contrabandistas Por ahí en los recuerdos levanto la figura de la vieja Fortunata, mi abuela, un ser entrañable, querido. Todas mis mañas y en todo caso mis virtudes, arrancan de ella. De pequeñito, al lado de la abuela yo me acuerdo que cebaba el matecito y me convidaba, y me daba una pitada del cigarro de ella también. Allí nacieron los vicios".
Manolo tenía una prodigiosa facilidad para retener detalles y transmitirlos como datos precisos: colores, imágenes, lugares, sensaciones; repasaba su vida con alegría, se entusiasmaba, se entristecía, se emocionaba, llegaba al dolor.
De su infancia decía: "era una especie de mascota, era muy curioso. Yo estaba entre los contrabandistas un tiempo y después en el Fuerte San Miguel con el 18 de Infantería… Mi bisabuelo fue soldado en la guerra del Paraguay".
Hizo sus primeras letras en la Escuela del Chuy y luego en la de San Miguel, para luego partir con su familia en diligencia por los arenales hacia Rocha.
Allí vivieron muy pobremente, su padre trabajaba en hornos de ladrillo, después puso una panadería, luego un almacencito, un sinfín de cosas hasta que "el asunto no daba para más" y se fue a trabajar a la frontera de nuevo. Y quedaron entonces, peleando la vida en Rocha, su madre con los seis hijos.
Sobre su educación en la Escuela Ramírez de Rocha decía: "De la escuela primaria tengo los más entrañables recuerdos de mi formación. Siempre que se da la oportunidad menciono al maestro Silva. Cuando entrábamos a clase muy serio pasaba lista, terminaba, levantaba la cabeza, nos miraba y decía: “Bueno, a partir de ahora todos ustedes tienen cinco, ustedes son los encargados de mantenerlo o disminuirlo". Eso tomé como norma, no me canso de conocer gente y siempre asigno a cada persona que conozco el puntaje que mi maestro me daba a mí de chiquilín".
Recordaba también en esa charla cómo el maestro Silva le daba todas las carpetas de la escuela para que las decorara, ya presente su pasión por dibujar. "Incluso aquello me divertía mucho y como sabía que éramos gente muy pobre me pagaba. Yo una vuelta dije todo orgulloso. "Estoy ganando más que mi padre", me había dado dos pesos. Era el año 33".
Cuando hablaba de "esa ficción, esa cosa misteriosa de una vocación", recordaba una leyenda familiar de la que su madre se enorgullecía. "Estando todavía en la frontera -mi padre siempre tenía huertas y mi madre jardines- por ahí le rompí un jardín de rosas, de rosas que había traído de Brasil. Fue tan grande el disgusto que en vez de pegarme se puso a llorar. Yo no le dije nada Andá a saber lo que pensé. Se las dibujé y se las llevé, el dibujo de las rosas que había roto. Esa es la leyenda familiar que te cuento".
Sobre la escuela agregaba: "Me gustaban los jueves, que dibujábamos siempre. Los días jueves. Y si llovía era mucho más hermoso. Dibujar un día jueves que llovía, en la escuela. Era una gloria aquello".
De portentosa memoria, recordaba todos los detalles que lo marcaron de por vida. Refiriéndose a cuando dejó la ciudad de Rocha nos decía: "El 11 de diciembre del año 35 mi hermano Carlos y yo llegamos a la estación Yatay de Montevideo, a las doce menos diez. Desde allí, caminando, hasta el Cerro. Vizcaya 115, una sola piecita para meter a seis gurises. Ahí estuve desde ese 11 de diciembre del 35 hasta el 22 de abril del 36".
Pasa luego con el mismo hermano a la Colonia de Educación Profesional Dr. Martiriné hasta el 2 de enero de 1940, donde estudia. Realiza un duro aprendizaje, época de adolescencia desprotegida y solitaria.
Vuelta a Montevideo, Liceo Nocturno. Comienza su militancia en la Asociación de Estudiantes, en las Juventudes Libertarias. Participa en las luchas contra los Consejos de Salarios, contra el Servicio Militar Obligatorio, en las grandes huelgas en los frigoríficos, en las huelgas de plomeros y cloaquistas, en las huelgas solidarias con ANCAP, en la posterior lucha contra las primeras Medidas Prontas de Seguridad en el año 52.
Es en el año 40 cuando nace su compromiso con el Socialismo Libertario, compromiso que mantuvo siempre en su vida, con alta sensibilidad humana, identificado con sueños de una sociedad solidaria y libre.
Decía al respecto: "Tengo que ser honesto, fiel con los principios esenciales de mi comportamiento como Ser en el mundo, como individuo. La solidaridad que yo recibí de compañeros en mis tiempos de muchacho y aún después, yo las retribuyo en modo y medida que me es posible y a veces un poco más que eso. Ahora, mi compromiso con el Socialismo Libertario es indeclinable. Ah! Sí, me moriré pero mis huesos quedarán ahí".
Pese a la diferencia de edad que nos separaba, con Manolo cultivamos una amistad y un compañerismo que me permite afirmar que para mí -no tengo prurito alguno en manifestarlo- hubo un antes y un después de conocerlo.
El vivir prácticamente a su lado, me hizo irlo conociendo y queriendo hasta el punto de compartir largas horas de nuestras vidas con el profundo compromiso de la militancia compartida.
Incluso en el Cerro de Montevideo, del cual opinaba: "Mira, el Cerro debe ser tal vez una de las barriadas proletarias con más sentido de unidad, de dignidad, de comportamiento, de una humanidad tal. No hay vecino en el Cerro que no tenga un corazón así, pero grande como el cerro mismo. Es una cosa muy especial".
Manolo estuvo muy vinculado a esa barriada toda la vida y no sólo por haber vivido allí.
En los primeros años de su disciplina como pintor en el Taller Torres daba conferencias en el Ateneo del Cerro. Siempre pensó que el arte tenía que tener acceso a toda la gente y en ese sentido la lectura, el estudio meticuloso de "El arte y las muchedumbres" o "El arte y la vida social" de Plejanov, le sirvieron de sólido basamento teórico intelectual para la propia exigencia de su trabajo y su posterior exposición y discusión.
Decía, cuando los obreros le preguntaban si la pintura era un arma de combate: "Lo es a su manera, en modo y medida que esté bien hecha. Y que esté bien hecha quiere decir que no esté hecha para el que tenga dinero. Es que el trabajo en el orden del espíritu supone que todo se incorpora a un contexto, entonces, es para todos".
Su pasaje por el Taller Torres García lo marca definitivamente en su evolución como artista, como pintor.
Desde 1941 hasta 1945 concurre al mismo y de las enseñanzas de Don Joaquín -como él lo llamaba- Manolo va tomando elementos esenciales para luego desprenderse con caracteres bien definidos de la Escuela.
Tenía, por ese entonces, una activa militancia gremial y política, trabajaba de carpintero en un taller, iba al liceo nocturno y pintaba; pintaba con pasión, con una vocación entrañable, metida adentro hasta la misma raíz de los huesos.
Toma de Torres el ejemplo de la enseñanza gratuita que practicará hasta el fin de sus días; toma el concepto de la libertad de dejar crear, pero siempre apoyando con un consejo para que el camino sea cierto en la premisa básica y fundamental de pintura, relación de valores. Decía Manolo sobre este punto básico: "Debo anotar en un orden especial de cosas que en estos cuarenta años de trabajar en el universo de la pintura he tratado de cumplir la propuesta de Torres en el sentido de lo que él llamaba la recuperación del objeto. Más aún, llevado a los términos de mi entendimiento me he propuesto la recuperación de la realidad como réplica posible a la academia de teorías de la actual problemática del arte"
Debe quedar claro, asimismo, que según el principio de pintura, relación de valores, tales valores en el orden formal deberán acordarse en su inserción profunda con los valores del espíritu, si se puede entender la pintura, además, como un modo posible de reflexión sobre el mundo. En lo que me es personal entiendo tal actitud. Es la que posibilita una mayor aproximación a la imagen tensa, trágica, angustiada del tiempo en que se vive.
Torres muere en 1949, en agosto, pero tuvo que correr mucho agua bajo el puente para que Manolo Lima comenzara a hacerse un nombre en el espectro de la pintura nacional. Recién en 1958, a partir de la exposición de la Galería Arte Bella, la gente le compra obras. Ese mismo año concurre a la IV Bienal de San Pablo y a partir de allí sobrelleva mejor su economía sin tanta desesperación como hasta entonces.
Desde 1941 realizó innumerables muestras interviniendo en exposiciones colectivas y realizando muestras individuales entre las que se destacan las del Centro de Estudiantes de Derecho, Ateneo de Montevideo, Amigos del Arte, Galería Arte Bella de Punta del Este, Liceo Nº 33, Centro de Artes y Letras, Casa de la Cultura de Montevideo, Galería Santos Dumont, Portón de San Pedro, Witcomb de Buenos Aires, Casa de las Américas en La Habana, Casa del Pueblo del Partido Socialista, etc.
Obtuvo primer y segundo premio en el Salón Universitario en 1943 y 1944 respectivamente; Premio Adquisiciones en salones municipales por varias pinturas. Fue invitado a concurrir al certamen Premio Blanes en 1963; en salones del interior obtuvo distinciones, entre otras, Premio Adquisición destino Cámara de Representantes de su óleo "Retrato" en el Salón de San José de 1960. Está representado en el Museo Juan Manuel Blanes en la Cámara de Representantes y en innúmeras colecciones particulares de todo el mundo.
Reconocía períodos en su pintura. "La década del 40 fue la búsqueda de mi color; buscaba mi blanco, mi azul, mi verde, mi ocre y en eso me buscaba a mí mismo también". La del 50 era la década de los retratos. Decía: "Para mí fue capital la figura humana, siempre y en todo momento, fue la síntesis posible tomando como esencia misma del comportamiento, las propuestas de Torres por un lado y la presencia de los grandes maestros por el otro, El Greco, Velásquez, Goya, Cezanne, Picasso.".
Por el 60 aparece la maravilla de las maravillas: el desnudo femenino, "que fue lo que me bancó la vida," decía. "La gente encantada; ya no había ninguna pacatería para entonces".
En la década del 70 hay un claro testimonio de lo que fue ese tiempo. Habiendo otros, el tema siempre fue motivo y a la vez pretexto. La búsqueda de significados los llevó a la serie de los fantasmas. "Tomé el leit motiv de la bota; cientos de fantasmas representados por ella e incluso hice una exposición en la dictadura".
Luego, en los 80, la necesaria síntesis de lo no contado y lo propuesto, de la madurez del mago, toda su obra resumida en la plenitud de su potencial hasta su muerte en plena tarea creativa.
Otra de las sentencias de Manolo: "La pintura es universal o si no, no es pintura. Se maneja con intemporales e imponderables. Hay un elemento imponderable que sólo se conjuga en el ámbito adecuado; lo intemporal es válido ahora y después. ¿Qué hay detrás de un cuadro? Ese algo que ves y no ves pero sabes que existe. No hay nada más parecido a un hombre que su propio cadáver, pero hay algo que lo diferencia".
En la década del 60, Manolo llega junto a su compañera de siempre, Mariquita -hoy aquí presente-, a este entorno maravilloso del que la naturaleza ha dotado a la zona, entorno propicio para desarrollar su genio creador.
En el gran bosque de Pinares, apenas poblado por cuatro o cinco vecinos, comienza a construir con sus propias manos su casa. Vive así la naturaleza a pleno, la luz diáfana, funda su taller y crea su propio entorno. Su casa, hecha a su modo y medida, hecha con cuartos y cuartitos, desniveles, buhardillas casi secretas, pasadizos, altillos, recovecos, escaleras y una cocina grande y apartada que servía para compartir con amigos, compañeros, vecinos, viajantes, huéspedes ocasionales o desconocidos.
Casa taller de aire mágico y misterioso, hogar de reuniones, de tertulias inolvidables, irrepetibles, de jornadas de vida, de aprendizaje humano y solidario. Un taller de cerámica con todos los elementos artesanales, con alumnos trabajando y escuchando música clásica, produciendo y compartiendo durante tantos años, todo gratis, con la financiación de su propia venta, en la Feria Artesanal de Punta del Este. Siempre abierta su casa taller para todo aquel que quisiera llegar y quedarse a trabajar, a aprender o, simplemente, a conversar y a conocer a los dueños de casa.
Así, con ese calor del auténtico, el Taller Maldonado, con Manolo Lima al frente durante la dictadura, fue un nucleamiento importante para los recién llegados a la artesanía o a la pintura o para los que quisieran nada más tener una excusa para verse, para reunirse, para sobrevivir.
Podríamos hablar de su pintura, de su obra, desde un punto de vista técnico, de sus paisajes, naturalezas muertas, del manejo de la figura humana, de su libertad creativa, de la calidad de sus ocres, de sus sutiles transparencias por las que se escapaban aires de melancolía inocultables, de su paleta baja, de la gama sombría en sus dibujos, de las figuras dramáticas en sus fantasmas, de sus apuntes bahianos, de sus bocetos con sus violentos contrastes; de cuadros impactantes como "Los condenados de la Tierra", donde su compromiso artístico militante -desde mi humilde modo de ver- logra aristas excepcionales con la inteligencia, el ángel y el hombre.
Porque Manolo fue un notable artista plástico, un infatigable luchador que pasó por todos los sufrimientos que un ser humano puede pasar, desde su infancia de gran pobreza hasta la etapa de la dictadura militar que tantos familiares, compañeros y amigos le arrebató. Sufrió intensamente, con lacerante dolor la pérdida irrecuperable de compañeros tan queridos como Gerardo Gatti, con quien tanto había militado y a quien, a modo de tributo, le realizó un retrato en 1988.
Sin embargo, y pese a todos los sufrimientos, hizo de su vida un emblema de lucha, de fraternidad y camadería. Fue un ser humano excepcional, de una generosidad sin límites; quien lo haya conocido puede dar fe de ello. Sobre todo, los pintores locales para quienes nunca escatimó consejos ni prácticas solidarias. Enseñó sin cobrar un solo peso a nadie, jamás cobró por enseñar lo que sabía. Muchos no lo entendieron porque no soportaban no poder comprar, comprar algo porque todo tiene ciertas lógicas. Como Manolo sabía eso, no cobraba, así seguía siendo dueño de la libertad de enseñar.
La libertad, ese concepto que lo obsesionaba y que fue el gran tema de su vida. Analizar el sentido de la existencia humana, esclarecer lo que constituye la realidad fundamental del hombre, la existencia no tiene sentido fuera de la libertad, es por la libertad que se define la propia existencia humana. Así Manolo vivía y promovía la libertad en todas sus variantes, esa libertad que quería para él la amaba para los demás. Libertad de pensar, de crear, de ser, de sentir, de amar, de romper todas las cadenas sosteniendo una y otra vez que lo que hace la realidad misma del hombre es la libertad.
Detestaba la pompa, los absurdos rituales; con esa misma sencillez y modestia que siempre practicara se retiró de esta vida, como decíamos al principio, hace ya diez años. Esta vida, la única, ya que en otra vida firmemente no creía, ni dioses ni amos concebía. Venía bien de abajo, conocía miserias y sufrimientos, siempre se sintió perteneciendo al ámbito obrero y popular. Con ese criterio nunca creyó que su actividad de pintor tenía que separarlo en algo de ese sentimiento.
Fumador empedernido y de larga vida bohemia, en el verano del 90 había estado al borde de la muerte.
Parecía difícil la salida, un culpable de importancia era el tabaco, pero la gran tenacidad y ese amor por la vida le hacen irse recuperando, poco a poco. Con la ayuda de su compañera de todas las horas comienza a salir adelante. En un esfuerzo sobrehumano deja de fumar, no se queja, lucha, comienza nuevamente a pintar, regresa rápidamente al conjunto de sus actividades, se aboca a la tarea de una nueva exposición de sus obras y el 31 de agosto en el Portón de San Pedro de Montevideo inaugura. Allí está Manolo Lima una vez más.
Regresan junto a Mariquita cerca de la una de la mañana, esa noche había sido particularmente fría. El esfuerzo estaba hecho y la síntesis de su obra estaba por completarse. Quizás ya había recorrido todo el camino. En una actitud premonitoria colgó, por primera vez en décadas, su saco en el perchero, en lugar de dejarlo, como siempre, por cualquier rincón. Al hacerlo dijo: “misión cumplida”, fueron sus últimas palabras.
Como si realmente supiera que la tarea estaba culminada, Manolo se acostó a descansar la fatiga de tantos años, su lucha por la justicia, sus sueños de libertad. No hubo ritualidad de muerte, sólo el compañero en su cama, sin cajón, sin cruz, sin velas, acompañado de los compañeros, de los familiares, de los amigos y de su propio entorno, su entorno casero construido con tanto sacrificio.
En su despedida, un compañero pintor le dedicó las palabras finales sin acartonamientos ni formalidades. Dijo "el Tola" Invernizzi: "Este objetor de las leyes con el cual teníamos dos cosas en común: no creer en Dios y fumar mucho, si es que hay Dios espero que lo reciba con un paquete de tabaco". Así se nos fue Manolo Lima, "el matungo", el pintor del alma humana, el carpintero, el artesano, el obrero, el amigo más leal, el compañero más del alma, el viejo anarco, un gélido -disculpe, señor Presidente-, un gélido e inolvidable día como hoy, un 1º de setiembre de 1990, hace ya diez años.
Una calle de esta ciudad, en el Barrio Lausana, lo recuerda junto a otros queridos artistas plásticos, pero su ejemplo y su obra permanecerán por siempre en nuestros corazones, porque los artistas del pueblo nunca mueren del todo, vuelven una y otra vez a la vida en sus obras, que pueden más que todo el tiempo y todas las distancias.
"La obra de Lima", por Celina Rolleri López.
Expone en "Amigos del Arte" un joven artista de definida personalidad y excepcionales cualidades que ha reunido en su muestra de dibujos, estudios sobre grabados de grandes maestros y óleos.
Como dibujante, tanto en los dibujos de inspiración personal como en los que realiza al modo de grandes maestros, pone en evidencia una rara capacidad para comunicar al trazo una energía emotiva propia. La línea como tal, como signo de lo racional, limpia, desposeída de contingencias, no aparece nunca en los dibujos de Lima; por el contrario, éste se maneja siempre con un trazo grueso, cargado de acentos, quebrándose a la búsqueda de la desgarradura emotiva. De ahí que pueda decirse que Lima tiene un sentido plástico del dibujo, utilizando aquí plástico como sinónimo de pictórico; es decir, que el trazo, a fuerza de hacerse denso como expresión y como signo, va adquiriendo contenidos que exceden los del dibujo en sí, porque son ya contenidos pictóricos. Esta urgencia en la comunicación emotiva, que aún desde los dibujos anuncia un rasgo decisivo en la personalidad creadora de Lima, encamina decididamente la tónica espiritual de su obra hacia la expresión patética.
Como pintor, Lima corrobora los nudos expresivos de sus dibujos; aún cuando ya no aparezca tan evidente el trazo, se mantiene en sus óleos el predominio de los negros como conductores de la materia plástica y como vena continua de la emoción, al punto de que la variación temática no se proyecta en la expresión plástica; ésta es invariable e independiente de lo representado. Así, Lima expone escenas, retratos, paisajes y naturalezas muertas, todos ellos con una común índole de procedimiento.
Sus óleos se caracterizan, ante todo, por una extraordinaria riqueza de empaste no lograda en base a la acumulación de fáciles veladuras, sino alcanzada por el trabajo insistente en la búsqueda de la más aguda eficiencia significativa. Extiende la pasta siguiendo más los planteamientos planistas que los modulados en redondo; de este modo la expresión se endurece y la materia se estructura. Parece acudir a recuersos románticos cuando desfleca los contornos de las formas haciéndolas vagarosas, cuando enturbia las cosas sumergiéndolas en oleadas de tonos estremecidos, cuando comunica a cada pincelada una inconfundible dimensión en profundidad, pero en lugar de cuajar todo esto en fórmulas hechas, en lugar de conformarse con la especuloación sensible que hizo los deleites del pasado siglo, Lima vira hacia soluciones vigorosamente propias. Por eso sus formas no se resuelven en atmósfera y por eso su profundidad no es aérea. Lima quiere una elocuencia que está más allá de lo meramente exquisito y para alcanzarla se sirve antes que nada de la materia y luego las funde en ellas con la pincelada y la armonización cromática en ocres y grises. La materia soporta, en la obra de Lima, la mayor descarga expresiva; en ella los tonos bordan una trama ágil y dramática que construye acentos al patetismo que empieza en el empaste y a la pincelada abierta, libre, dinámica.
Donde es más acaba su comunicación emotiva es en los cuadros de menor tamaño, ya que al mismo tiempo que se hace difícil sostener en grandes dimensiones esa técnica que se construye siguiendo las incidencias enfáticas de la materia, con los ámbitos plásticos pequeños se intensifica la capacidad expresiva del procedimiento.
Por momentos, el estilo de Lima amenaza naufragar en el impulso temperamental, perdiendo la forma en un esfuerzo por hacerla desembocar en una turbulencia emotiva ilimitada; pero en cambio, llega a decantar el sentimiento, canalizándolo en una dirección expresiva coherente. Entonces, es cuando se afirma como certidumbre la sensación de que estamos ante un valor creador auténtico.
"Portón de San Pedro, Mundo Poético y Alucinante en la Muestra de Manolo Lima", Diario El Día (Uruguay, 1980)
La retrospectiva que Manolo Lima inauguró en el "Portón de San Pedro" reúne varios aspectos de su larga trayectoria plástica (40 años).
Salido del Taller de Torres García éste pintor oriundo de Rocha y actualmente fundador del Taller de Artes Plásticas de Maldonado, enumera en sus series toda la sensible aportación con que buscó la salida de aquel encerrado, pero importante ciclo de adiestramiento que tuvo en el Maestro del Constructivismo su más relevante apoyo, tanto en las teorías como en el oficio. Sobre todo abordó con otros jóvenes de su tiempo, una etapa naturalista interpretativa en que los óleos aquí expuestos, dejan la faceta básica de aquellas lecciones.
1941 - 1945 fué la época en que Manolo Lima estudió en el Taller a fondo, los secretos que dieron a su concepto plástico una razón fuera de la mera apreciación del modelo.
Pero su personalidad no tardaría en hallar el cauce para entregarse de lleno a su propio sentido del color y del dibujo. Si bien aceptó, y lo sigue haciendo, los principios que sostienen dicha pintura, no por ello encalló en la repetida visión objetiva, aún cuando zanjara el tránsito difícil de adaptarse ante una definición propia.
Así nacieron sus "naturalezas muertas", sus "desnudos", "retratos", los "paisajes", y la serie que llamaríamos "Goyescas", por la influencia notoria del gran aragonés en el período final, cuando se adelantara al expresionismo en sus trabajos de la "Quinta del sordo".
Sin llegar indudablemente a ninguna comparación, lejanos los puntos de apoyo, tales trabajos cuentan, no como imitación sino como creativas adaptaciones a un temperamento de fantásticas imágenes.
Emergen con inusitada fuerza surrealista, y se inclina por un expresionismo intenso, fantástico alucinante, imaginando figuras que se eslabonan, que se erigen en diabólicas estampas, y que toma el pintor Lima con su propio hacer, manteniendo el mismo camino en la técnica, forzando movimientos, actitudes y expresiones enfatizadas entre oscuros tonos que van del negro al ocre rojo.
Estos "aparecidos" que forjaron una serie que cultivó el artista durante un tiempo, contrasta en su motivación y realización con la fina belleza de sus "retratos" y "desnudos" aquellos, reflejando los rasgos en la paleta como un espejo naturalista. Estos "retratos" y "desnudos" asi como sus "naturalezas muertas", se liberan. Prefiere el pintor la derivación a la sintesis diríamos emotiva que, aunada a las formas de su dibujo simple y concreto, deja espacio para la expresión que se hace fundamental en cuanto a los cambios nostálgicos, casi siempre, que sostienen el concepto de un género tan difícil en su continuación.
La íntima sensación vuelve a encontrarse en sus "desnudos", muy personales. Un estilizado dibujo depurado y ambientado con grises y ocres amarillos casi pastel, envuelven éstos retablos, que van desde la inocente figura del niño fino de gracia a la servera disciplina tonal que encaja con el fondo sobrio. La detenida expresión de los retratos detecta un sentimiento de individualidad que cada modelo acusa, siguiendo empero la linea armónica que en algunos trabajos conmueve con su suave retorno a la luz por el ductil manejo de una clave musical que se esmera en proyectar su luz (retratos de niños) en el color reflejo y en el contraluz corpóreo de un actitud. Penetra en la búsqueda de la forma sin torturantes empastes (estos se ven sí en las "Goyescas"), sino con austero encuentrode los valores exaltados siempre por esa virtud que posee el pintor con acentos que definen el carácter sutil amparados en la mística de una melancolía detenida.
Manolo Lima manifiesta en el "paisaje" una pensada solicitud hacia la naturaleza. Porque no es el paisaje que conocemos generalmente, ni la luz, ni el color que entran a ser paticipes de un determinado lugar.
Como artista que busca ante todo la revelación propia, motivación acuna su modulación, y se vuelve hacia aspectos más entrados en la fantasía. Esta puede conllevarse por los amplios planos, enlazados a un ángulo que deja correr el claro del cielo en contraste y levanta las fantasía de su idea en un verdadero poema de terroso cromatismo.
También la "naturaleza muerta" lleva implícita tal consición que en algunas "flores" sin llegar a emularlas, contiene en su savia la vivencia de su transparente imagen.
Lima por Eduardo Vernazza
Figuras y paisajes compuestos justifican su manera característica de abordar la tonalidad a nivel de bajas armonías.
La figura en especial está adentro de ese temperamento sutil, que es patrimonio de Lima. Es una figuración estilizada sobriamente, tratada en pocos sectores, y en una liviana pasta que se diluye a medida que la luz penetra en sus subjetivas sensaciones. El desnudo es parte también de su hacer. Y sostiene la misma vital riqueza sensible que sus cuadros de composición.
Lima ha encontrado su fórmula de expresión. Y a ella se entrega con sincero encuentro de paleta, de dibujo, y lo que es más importante, de estructura.
Porque es indudable que sus estudios en el Taller de Torres García le reportaron amplios recursos que hoy emplea con libre autoridad y acierto.
No es el suyo un dibujo rotundo ni de volúmenes, sino que se libera dentro de una fina cuan ligera exteriorización plástica, en la que encuentra asidero cierta fascinación que está en el ambiente que las envuelve.
“Manolo Lima y su Taller Maldonado”, por Eduardo Vernazza
El “Jauja”, viejo recinto de artistas y pintores, vuelva a fomentar su recuerdo de café bohemio, ofreciendo su espacio a una Galería que dirige el Arq. Paladino.
Para ésta primera presentación, bien ambientada con un equipo lumínico, y dosificados los testeros con colorido adecuado, se escogió la obra de Manolo Lima y su Taller de Maldonado.
La pintura expuesta no es numerosa, pero si calza en las directivas de este pintor, discípulo de Torres García, que aun prosigue sus teorías dispuestas en la personalidad que emerge de sus cuadros con aristas propias, y ya entrado en el límite de su carácter. Tal carácter define a Lima como un buen dibujante. Sobre todo en el desnudo; en el que se especializa desde tiempo con línea estilizada y mancha fácil y transparente, con mitades de luz y sombras o en parte expresado su sentido del color en claroscuro.
Estos desnudos llevan implícita una forma peculiar y ya conocida en el artista. El ocre, aclarado por blancos y amarillos, resuelve como tono la luz, atenuado y llevado por acentos de dibujo bien tocados en sus puntos de apoyo.
En cuanto a los paisajes, aparece Lima más tormentoso en su hacer. Tal vez menos seguro y más envuelto en el color. La estructura no se afirma como en la figura.
Por lo que se advierte, sus discípulos están en la etapa de asimilar sus enseñanzas, ya que todo el plantel, que es chico pero dinámico, se explaya en sus estudios de naturaleza muerta con mucha medida en la composición del color y sus certeras tonalidades, más aún se concreta el difícil rasgo de saber distinguir el objeto como pintura y no como objeto.
Es bastante para destacar un conjunto de cuadros que nos dan la sensación de estar bien encaminados en su destino, lo que sin duda se aplicará con la constancia y la vocación debidas.