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Kohen, Linda
La artista Ítalo-Uruguaya nació en Milán (Italia) el 28 de octubre de 1924.
En 1939 su familia abandona Italia y se traslada a Sudamérica. Vivieron en Buenos Aires (Argentina) y en San Pablo (Brasil), en 1940 la familia se radicó en Uruguay, donde Linda comenzó su formación artística.
Estudió dibujo con Pierre Fossay y pintura en el Taller Torres García con Augusto Torres, José Gurvich y Julio U. Alpuy. También pasó por los talleres de Eduardo Vernazza y Horacio Butler en Buenos Aires (Argentina).
En 1946 se casó con Rafael Kohen, adoptó su apellido y se radicaron en Buenos Aires (Argentina) hasta 1948. En 1971 realizó su primera exposición individual en Montevideo (Uruguay), y luego se sucedieron numerosas más, en Punta del Este (Maldonado, Uruguay), Buenos Aires (Argentina), San Pablo (Brasil), Miami (USA), Washington (USA), Vicenza (Italia), etc.
En 1979 se exilaron en San Pablo (Brasil) a causa de la dictadura, regresaron al Uruguay en 1985. En 2009 falleció su marido.
En abril de 2011 presentó cuatro muestras individuales simultáneas en Miami (USA), Buenos Aires (Argentina), Sao Paulo (Brasil) y Montevideo (Uruguay).
Sus pinturas son de carácter intimista, conllevan un tono casi autobiográfico, numerosos autorretratos subjetivos donde su falda, sus manos o sus piernas son protagonistas, su imagen reflejada en espejos, detalles de su casa y objetos cotidianos, ofrecen una mirada subjetiva de la realidad inmediata de la artista. Incluso cuando pinta paisajes, lo hace desde su ventana, y mantiene la referencia, como forma de sugerir la escala del mismo y remarcar su mirada.
Su obra es serena, invita a la introspección, de paleta apagada y composición despojada, remite en cierta forma al carácter metafísico de la obra de Giorgio Morandi (1890-1964).
Principales obras:
Las horas. Serie de 40 pinturas realizadas entre 1976 y 1979, que refleja los pequeños detalles de la vida cotidiana de la artista.
Soledades. Serie de 30 autorretratos subjetivos. Expuesta en el Museo de Arte de San Pablo (Brasil) en 1981.
Apartamento 141. Serie realizada en San Pablo (Brasil), expuesta en Galería Dan en 1982.
Homenaje a Kafka. 1984.
El hombre en la ciudad.
Encuentros.
El Peñasco. La residencia de la artista en Maldonado (Uruguay), fue protagonista de numerosas pinturas a partir de 1989.
Laberinto. Instalación en el Centro Cultural de España de Montevideo (Uruguay), año 2005.
Sola. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo (Uruguay), año 2012.
Principales exposiciones:
2012- Museo de Artes Visuales (Montevideo, Uruguay).
2011- World Trade Center (Montevideo, Uruguay).
2011- Galería Dan (San Pablo, Brasil).
2011- The Americas Collection Gallery (Miami, USA).
2011- Galería Hoy en el Arte (Buenos Aires, Argentina).
2011- Las Vertientes Farm Centro Cultural (Punta del Este, Uruguay).
2010- Centro Cultural Borges (Buenos Aires, Argentina).
2009- El Peñasco (Maldonado, Uruguay).
2008- Museo Artiguista (Maldonado, Uruguay).
2008- Palais de Glace (Buenos Aires, Argentina).
2007- Galería Meridiano (Montevideo, Uruguay).
2007- Centro Cultural Borges (Buenos Aires, Argentina).
2005- Centro Cultural de España (Montevideo, Uruguay).
2004- Galería Puerta de San Juan (Montevideo, Uruguay).
2003- Galería Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos (Montevideo, Uruguay).
2001- Centro Ministerio de Educación y Cultura (Montevideo, Uruguay).
2001- Centro Cultural Borges (Buenos Aires, Argentina).
1999- Museo de Arte Contemporáneo El País (Montevideo, Uruguay).
1998- Museo Mazzoni (Maldonado, Uruguay).
1998- Museo Regional de San Carlos (Uruguay).
1998- Museo de Arte Americano (Maldonado, Uruguay).
1998- Centro Cultural Recoleta (Buenos Aires, Argentina).
1997- Museo de Arte Americano (Maldonado, Uruguay).
1997- Nueva Congregación Israelita (Montevideo, Uruguay).
1995- Sala de Exposiciones OEA (Buenos Aires, Argentina).
1995- Museo de Arte Americano (Maldonado, Uruguay).
1994- Galería Moretti (Montevideo, Uruguay).
1994- Museo de Arte Moderno (Buenos Aires, Argentina).
1994- Museo de Arte Americano (Maldonado, Uruguay).
1991- Galería Alvaro Castagnino (Buenos Aires, Argentina).
1991- Galería Moretti (Montevideo, Uruguay).
1988- Museo de Arte de San Pablo (Brasil).
1988- Federación Witzo del Uruguay (Uruguay).
1987- Casa de la Cultura “Alicia Goyena” (Montevideo, Uruguay).
1987- B’Nai B’rith Oriental (Montevideo, Uruguay).
1987- Museo de Arte Americano (Maldonado, Uruguay).
1985- Museo de la OEA (Washington D.C., USA).
1985- Instituto Italiano de Cultura (Montevideo, Uruguay).
1985- Museo Artiguista (Maldonado, Uruguay).
1984- Galería Bonino (Río de Janeiro, Brasil).
1984- Museo de Arte Americano de Maldonado (Uruguay).
1984- Museo de Bellas Artes Castagnino (Rosario, Argentina).
1982- Galería Dan (San Pablo, Brasil).
1981- Galería Meeting Point (Miami, USA).
1981- Museo de Arte de San Pablo (Brasil).
1978- Galería Atica (Buenos Aires, Argentina).
1977- Galería Arte Múltiple (Buenos Aires, Argentina).
1975- Galería Trilce (Montevideo, Uruguay).
1975- Galería Moretti (Montevideo, Uruguay).
Linda Kohen por Linda Kohen
Linda Kohen por Linda Kohen:
Mi muestra TIEMPOS
La pintora escribe sobre su exposición en Fundación Atchugarry.
“La he titulado “TIEMPOS”: me refiero a los vividos en la pintura, diferentes temas y maneras… según el momento, ya que en las obras se trasluce nuestra vida.
En esta muestra hay cuadros de algunas de mis series. Son de diversos tiempos, y si bien diferentes entre sí, están hermanados en el mismo sentimiento de amor a la vida y de angustia frente al gran misterio.
En general planifico mis trabajos: los pienso, los estudio, los dibujo, los corrijo… pero, en el momento en que me pongo a pintar, es como que esa etapa anterior desapareciera, estuviera como tapada, y me dejo llevar, es como que interviniera el azar.
De todas formas pienso que la intención, la idea, debe leerse más allá del tema, debe leerse también en la textura, las pinceladas, los espacios, el tono… el tema es el punto de partida, la motivación inicial.
Temas y etapas de mi pintura
Retratos, estudios de cuerpo, naturalezas muertas, desnudo, flores, figuras, paisajes, puertas, ventanas, hay varios caminos, las horas, soledades, apto. 141, homenaje a Kafka, el hombre en la ciudad, encuentros, cajas, el Peñasco, la valija, paisajes de San Carlos, ejecutivos, la presencia, el hombre en los elementos, homenaje a artistas admirados, la madre, interiores con figuras, el mate, ausencias, el gran biombo, laberinto, la mesa, la cama, perspectivas, los árboles.
El Peñasco
Los cuadros de esta serie se refieren a la gran casa, espaciosa, generosa, armoniosa, mágica, ubicada en Maldonado (Uruguay), cerca de San Carlos.
Ahí, por más de 40 años, Rafael y yo pasábamos la mitad de nuestro tiempo. La casa está ubicada sobre un cerro, un peñasco, y tiene una vista maravillosa sobre el valle del arroyo Maldonado.
Está rodeada por una gran variedad de árboles añejos; por vegetación autóctona: ombúes, guayabos, espinillos, ceibos, aromos, talas, coronillas…..así como por especies exóticas de frutas, flores y árboles como araucarias, liquidámbar, tilos, cipreses, jacarandás, robles…..rica en vida animal: la visitan palomas, gallinetas, pavas del monte, liebres, zorros, zorrinos, comadrejas, lagartos, que conviven con los animales domésticos: los burros, los ñandúes, las vacas, las llamas, y los amados perros y gatos de la casa. Aparecen en el parque muchos pájaros, entre los cuales colibríes, benteveos, teros y en el cielo muchos otros como mirasoles y halcones que realizan unos vuelos fascinantes, bellos, aunque a veces preocupantes.
Durante los años de permanencia en Brasil sentimos mucho la falta de la casa… así que, cuando pudimos volver, tuve la necesidad de pintarla: en su majestuosidad, su fuerza, su aire de gran Señora. Pinté muchas obras, de las cuales presento algunas en esta muestra”.
Biografía por Linda Kohen
Biografía (por Linda Kohen)
Pienso en cuando fue la primera vez que tuve contacto con “la plástica”. Fue en la escuela. Yo tendría unos siete años y en la clase tuve que dibujar y pintar unas flores. Recuerdo haber pintado unas pequeñas margaritas con acuarela y recuerdo que le había dado un tinte rosado a la punta de los pétalos. A la maestra le gustó tanto mi trabajo que me pidió ir a la dirección para mostrárselo a la directora.
Gran orgullo. Mi padre era un artista; pintaba y dibujaba muy, muy bien y de alguna manera me mantuvo siempre en contacto con la belleza. Los domingos de mañana, cuando él me llevaba de paseo, en nuestra famosa Gallería me enseño a admirar, en el piso, que esta’ hecho con piezas de mármol, los fósiles. Los estudiábamos sea por su forma que por su esencia. Los paseos en general eran visitas a algún museo. Le encantaban, en la pinacoteca de Brera, las obras del siglo XIX y juntos admirábamos especialmente las de los hermanos Induno o de Giacomo Favretto.
No recuerdo exactamente cuando, pero tengo muy presente unas clases de dibujo a que concurrí cuando tendría unos diez o doce años; recuerdo que tenía que copiar calcos en yeso de obras griegas y romanas. Otro recuerdo de dibujo pienso que fue en el 1938 que se estrenó en Milán la película Blanca Nieves de Walt Disney. Hice varias copias de escenas del film, dibujadas a tinta china y pintadas a la acuarela; todavía guardo una.
Cuando tuvimos que emigrar y, por varios motivos, no pude seguir estudiando para una carrera, me dediqué de lleno al dibujo y a la pintura.
Empecé yendo al taller de Pierre Fossey, de quien guardo muy lindos recuerdos. El taller estaba en la Plaza Independencia (Montevideo, Uruguay). Ese taller fue de mucho interés sea por la enseñanza sea por los compañeros que lo frecuentaban. Allí dibujé mucho con carbonilla paisajes “dal vero”, por ejemplo la plaza, el Teatro Solís, alguna vieja casa, o sea lo que se veía desde la ventana del taller, y también retratos de mis compañeros. Eran dibujos y pinturas al óleo.
En esa época, 1942, participé en una muestra colectiva de mujeres en la galería Moretti cuando estaba en la calle Ciudadela. Salió una crítica de esa muestra en el diario El Día firmada por Eduardo Vernazza. Me gustó esa nota, busqué a Vernazza y le pedí que me diera clases. Le interesó. Venía él a casa, me daba clases, al mismo tiempo posaba para mí y me enseñaba. Me enseñó nuevas técnicas y otra manera de mirar. Fue un período muy productivo. De esa época conservo muchos retratos. Muchos son retratos de Vernazza. Lo dibujaba, a veces lo pintaba de cuerpo entero o, a veces, dibujaba parte de su cuerpo: manos, orejas… con gran prolijidad y detención.
Eso fue desde el año 44 al 46, año en que me casé y fui a vivir con mi esposo a Buenos Aires (Argentina), donde seguí trabajando. En mi viaje de bodas llevé conmigo el equipo de pintura. Me recuerdo en el medio del parque del hotel, en Villavicencio, Mendoza, con mi caballete portátil feliz pintando.
Cuando nos instalamos en Buenos Aires, donde vivía mi querida amiga Chola, también pintora, seguí trabajando, y también estando ya embarazada de mi hija Martha. Iba a sesiones de dibujo con modelo vivo (desnudo) en una bella vieja casona en la calle Florida. Era el Círculo de Bellas Artes. Era el final del año 1946. Al mismo tiempo mi marido me había conseguido contacto con un maestro de la pintura argentina, Horacio Butler. Empecé a ir a sus clases en su taller en la calle Arenales frente a la plaza. Fue un período muy feliz. Seguí las clases hasta fines de junio de 1947 cuando vine a Montevideo para esperar a mi bebe. En esa época no se sabía el sexo hasta el nacimiento; fue mi preciosa Martha.
La enseñanza de Butler fue excelente: fue pintura, ejercicios de armonía, de proporciones, de división del espacio, estudio de gamas de colores, de valores.
Y pinté bajo la dirección de Butler hasta el año cuarenta y ocho cuando decidimos volver a vivir en Uruguay. Los cuadros que conservo de esa época son: muchos estudios de desnudo, algunos paisajes, algunos retratos y estudios de objetos con diferentes paletas.
Al volver a Montevideo en el año 1949 decidí acercarme al Taller Torres García. Fue una gran decisión. El haber estado en el Taller me ha enriquecido. El Taller ha sido uno de los grandes movimientos dentro de la plástica y no solo en el Uruguay. La atmósfera dentro del Taller era prácticamente religiosa. Había un enorme respeto y admiración por el maestro y una actitud de disciplina, seriedad y trabajo, mucho trabajo.
Quien estaba a cargo del Taller en este momento era Julio Uruguay Alpuy, un gran artista, un gran hombre, un gran amigo. Sus clases en el gran espacio del Ateneo fueron muy importantes, si bien duras, de tremenda exigencia.
Por un año Alpuy no me dejó tocar un pincel. Era ¡dibujo, dibujo, dibujo! Éramos un grupo que trabajaba mucho y humildemente tratando de olvidar lo aprendido anteriormente para absorber sin prejuicios las nuevas teorías, la nueva enseñanza. Conservo todavía muchos amigos entre los compañeros de esa época.
En el año 50 nació mi maravilloso hijo Roberto. ¡Me parece que contra viento y marea conseguí ocuparme de los chicos y pintar!
Alpuy, al tiempo viajó al extranjero y quien tomó su lugar fue Augusto Torres. Augusto era un hombre adorable y de gran sensibilidad frente al cual yo me sentía muy tímida, muy pequeña, muy poca cosa. Fue un gran pintor a quien hizo sombra la figura gigantesca del padre, Don Joaquín Torres García. Augusto no resistió la tarea y le cedió el lugar a José Gurvich. gran cambio. Gurvich tenía un temperamento diría casi explosivo; inspiraba más que enseñaba, corregía lo mínimo y transmitía las enseñanzas de la teoría de Torres de una manera muy sutil.
Ya en esa época se había incorporado al taller Eva Olivetti. Con Eva diariamente y diligentemente todas las mañanas salíamos en el auto a pintar. Nos instalábamos en cualquier lugar de la ciudad que en ese momento nos atraía y... pintábamos. Yo empezaba un cartón de unos 40 x 50 ó 50 x 60, lo hacía rápidamente como que fueran apuntes. Al haberlo terminado, como Eva todavía estaba trabajando, volvía al tema que ya había estudiado y hacía pequeños cuadritos de unos 15 x 15 que en realidad eran muchas veces mejores que el primer cuadro pintado. Fueron los que mi hermano, Mario, bautizó “minis”. Esos minis los expuse con otras obras en la Galería Trilce. Se vendieron a precio súper barato y la gente se peleaba por comprarlos.
Gurvich, aparte de dirigir el Taller Torres, también daba clases en su casa del Cerro y allí íbamos varios compañeros; por su puesto iba Eva Olivetti. Recuerdo a Lilian Lipschitz, Sara Capurro, Angelina de la Quintana, Gloria Franchi, etc. La casa de Gurvich era hermosa, llena de amor a la vida, llena de cuadros de diferentes tamaños y de pequeñas obras porque él era tremendamente creativo y en sus manos los objetos de común utilidad se transformaban en objetos de arte. Él transmitía con sus palabras, sus indicaciones, su ejemplo, algo indescriptible, la alegría, la fecundidad la felicidad del quehacer.
No recuerdo exactamente cuanto duró esta época de feliz creatividad, de mañana salir a la calle a sacar apuntes y a la tarde, varias veces por semana, ir al Cerro a lo de Gurvich. A veces yo llevaba alguna cosa rica para comer y como muchas veces Rafael estaba ocupado hasta tarde, se prolongaba la visita y seguíamos la charla disfrutando una especie de copetín.
Mi padre murió en el año 1955 y a los pocos meses murió mi abuela. Los dos habían sido pilares de mi existencia, sus muertes causaron un gran cambio en mi persona. Dejé de pintar. Creo que fue por cuatro años. Un buen día retomé los pinceles y salió una pintura muy distinta, como que yo hubiese madurado algo que estaba dentro de mí.
En el año 1971 realicé mi primera muestra individual. Fue en la Gallería Moretti. La pintura era casi toda muy blanca. Cuando le mostré los cuadros a Augusto, él me dijo: “Algún día esta serie la llamarán tu época blanca”. Desde ese momento he realizado una gran cantidad de muestras, en general presentando siempre obra nueva. Había empezado a pintar en series, o sea, presentaba una nueva serie que en general estaba compuesta por unos 30 cuadros.
He pintado muchas series y he expuesto muchas series y sigo pintando series pero… también en la búsqueda han salido, en forma casi involuntaria, otras formas de expresión. Salí del caballete y pinté en paneles que forman un biombo, “El Gran Biombo”, una experiencia muy interesante para mí porque se prestaba a diferentes posibilidades plásticas.
También la serie “La cama” fue una forma nueva tratando de meterme en la tercera dimensión, ya que parte de la obra consistía en collage de tela que, aparte de estar pintada, participaba a la obra con sus propias sombras que por supuesto cambiaban según el momento, la luz y la dirección de la mirada del espectador.
De “El gran biombo” nació el Laberinto: el laberinto, grandísimo, todo negro, complicado con un significado entre plástico, filosófico, lúdico.
Los años han pasado, he tenido la dicha de ser abuela y ahora soy bisabuela!!!!
Y sigo pintando…
Linda Kohen
Linda Kohen “Sola”
Por Daniel Benoit Cassou
“Solo” Linda puede lograr una puesta en escena como la que realizó en la sala principal del Museo Nacional de Artes visuales, que tituló “Sola” bajo la curaduría de Jorge Abbondanza.
Más que una muestra, es una instalación, pues en la apreciación de la misma no solo juegan sus obras, su caballete, su valija sino también el olor a pintura, a óleo, que se percibe por toda la sala, tocando ciertas fibras íntimas de quienes comulgamos con el arte.
Sin dudas, la mejor forma de recorrerla, es con la sala vacía de público, "Sola", pues el espíritu de la misma se reafirma en ese silencio absoluto.
Linda Kohen, nacida en Italia, a su llegada a Montevideo, toma contacto con el Taller de Torres García, sesgo que siempre se aprecia en su obra rindiendo homenaje a sus maestros.
Siempre tan profesional, consecuente y recurrente en su temática, habla de su constante “viaje”, de su “persecución” desde un punto de vista muy intimista, pues es ella quien se persigue asimismo.
Su valija pronta, nos habla de su viaje permanente, siempre lista para partir, siempre lista para seguir este viaje, que a su criterio, nunca llega a su fin.
Es una obra muy personal, muy intimista, casi autobiográfica, partiendo desde la definición de su persona, con sus retratos, buscándose frente a los espejos y recorriendo su vida, haciendo alusión al vacío que dejo su esposo, compañero de vida, quien falleció dejándola en la inmensidad de su soledad que se agravo aún más.
En la amplia oferta artística por las diferentes salas de la ciudad, su obra nos atrapa, nos ofrece un remanso, nos remite a la esencia del arte y de la vida. Su obra es placida y serena como es ella misma.
Es ineludible dejar de relacionar su obra tan despojada y de colores tenues con la obra del también italiano Giorgio Morandi (1890-1964)
Asimismo cabe destacar el fabuloso catálogo, impreso en español así como en ingles con las fotos de las obras en un formato muy claro así como gráfico.
Linda Kohen “Sola”
Por Daniel Benoit Cassou
“Solo” Linda puede lograr una puesta en escena como la que realizó en la sala principal del Museo Nacional de Artes visuales, que tituló “Sola” bajo la curaduría de Jorge Abbondanza.
Más que una muestra, es una instalación, pues en la apreciación de la misma no solo juegan sus obras, su caballete, su valija sino también el olor a pintura, a óleo, que se percibe por toda la sala, tocando ciertas fibras íntimas de quienes comulgamos con el arte.
Sin dudas, la mejor forma de recorrerla, es con la sala vacía de público, "Sola", pues el espíritu de la misma se reafirma en ese silencio absoluto.
Linda Kohen, nacida en Italia, a su llegada a Montevideo, toma contacto con el Taller de Torres García, sesgo que siempre se aprecia en su obra rindiendo homenaje a sus maestros.
Siempre tan profesional, consecuente y recurrente en su temática, habla de su constante “viaje”, de su “persecución” desde un punto de vista muy intimista, pues es ella quien se persigue asimismo.
Su valija pronta, nos habla de su viaje permanente, siempre lista para partir, siempre lista para seguir este viaje, que a su criterio, nunca llega a su fin.
Es una obra muy personal, muy intimista, casi autobiográfica, partiendo desde la definición de su persona, con sus retratos, buscándose frente a los espejos y recorriendo su vida, haciendo alusión al vacío que dejo su esposo, compañero de vida, quien falleció dejándola en la inmensidad de su soledad que se agravo aún más.
En la amplia oferta artística por las diferentes salas de la ciudad, su obra nos atrapa, nos ofrece un remanso, nos remite a la esencia del arte y de la vida. Su obra es placida y serena como es ella misma.
Es ineludible dejar de relacionar su obra tan despojada y de colores tenues con la obra del también italiano Giorgio Morandi (1890-1964)
Asimismo cabe destacar el fabuloso catálogo, impreso en español así como en ingles con las fotos de las obras en un formato muy claro así como gráfico.