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Musso, Carlos
In construction
Carlos Musso by Nelson Di Maggio La Republica News (Uruguay, 2013).
Carlos Musso, montevideano de 1954, estudió con Blanca Durant y Miguel A. Pareja por breve lapso y desde su aparición a fines de la década del setenta su nombre quedó registrado como un talento a tener en cuenta.
El vaticinio se cumplió. La pintura y la artesanía confluyeron en un mismo objetivo, “romper las convenciones haciendo hablar los sentidos”, según afirmó. Se convirtió en uno de los protagonistas más irreverentes y dinamitador de lugares comunes en pintura, dibujo, ambientaciones y juguetes con una imaginería violenta, desesperada, agónica, conflictiva y conflictuada, de brutalidad sexual en los límites de lo soportable.
Apeló a elementos extraplásticos (jeringas, gasas, polietileno, cartones rotos, arrugados, quemados) para aludir a un desgarramiento existencial circulando entre Eros y Tanatos.
Un neoexpresionista auténtico que recogía los ecos represivos de la dictadura cívico-militar y liberaba los miedos del inconsciente fuera de los límites de la razón y mentaba a Egon Schiele, Francis Bacon, Karel Appel y varios pintores alemanes de selectiva afinidad.
Ya en la década del ochenta sus imágenes adquieren cierto apaciguamiento, pero igualmente virulentas se concentran en la pintura misma y en cierta figuración registrando ámbitos y rostros siempre amenazantes (y amenazados), claustrofóbicos y alienados en la incomunicación, elaborados con una materia espesa y manteniendo la notable capacidad para el empleo de colores de vibrante intensidad convulsiva extendidos con portentosa maestría.
Viajó por Europa y Estados Unidos, recibió el Premio Figari y el Premio Beca Paul Cézanne.
Con ese enorme y variado caudal productivo, lo menos que podía esperarse era una, indispensable, retrospectiva.
No lo consideró así. Y es de lamentar pues no todos conservan la memoria de sus obras pasadas y menos aún las nuevas generaciones a quienes les facilitaría el entendimiento de sus obras recientes, pues la última unipersonal de Musso se produjo en 2002.
Las telas que presenta en el museo del Parque Rodó están fechadas en 2013, en los primeros seis meses del año en curso.
La intensa luminosidad de las amplias superficies blancas, disparadas hacia el espectador, lo atrapan con la rapidez de un vértigo envolvente, arrastrando torrentes de pintura gestual, chorreados, potentes estructuras lineales ondulantes que por instantes se geometrizan en seguro contraste de ideas y formas, siempre dejando la huella de alguna referencia visual, objetos y cuerpos en dramática condición, un anclaje en la experiencia directa o el recuerdo de algún pintor que admiró.
La sabiduría que adviene con el tiempo se patentiza en las enormes telas que, sin perder su exaltada energía de otrora, se ofrecen más amortiguadas y reflexivas.
Acaso un cuadro cercano a uno de los ventanales, un cuerpo central, despojado de elementos secundarios, pueda considerarse emblemático de la plenitud de un maestro.